Mañana comienza en Zaragoza y Teruel el nuevo ciclo que el Aula de Cine de la Universidad de Zaragoza ha preparado para noviembre (en Huesca lo hará el miércoles, día 9, prolongándose hasta diciembre). En esta ocasión el protagonismo recae en el cine español de lo década de los cuarenta, a través de un género concreto.
El cine español de los años cuarenta ha sido tradicionalmente denostado por críticos e historiadores desde la llegada de la democracia. Durante muchos años las interpretaciones políticas interesadas, la falta de rigor en el análisis de las películas –llegando incluso a hablar de algunas sin haberlas visto– y, en general, la identificación de las obras realizadas en la época como fruto directo del ideario franquista, han contribuido a esa imagen tan negativa, que también ha impregnado a muchos espectadores. Solo recientemente, en especial desde el cambio de siglo, se han empezado a estudiar bajo puntos de vista más ecuánimes mediante la celebración de congresos y la publicación de estudios del cine de aquel tiempo.
Es cierto que la producción de la década estuvo condicionada por diversos factores como la falta de material virgen para rodar –no hay que olvidar que el país acababa de salir de una guerra civil mientras en Europa se dirimía una guerra mundial–, la inmersión en un periodo de autarquía y la imposición de mecanismos de control estatales (censura, licencias de exhibición y otros). Sin embargo, pese a las intenciones gubernamentales de emplear el cinematógrafo como medio de propaganda ideológica, –el modelo ideal es el representado por Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941), basada en una novela del propio Francisco Franco bajo el seudónimo de Jaime de Andrade–, muy pocas de las obras filmadas responden a tales propósitos. De hecho, las cintas de corte fascista, las alusiones a la guerra civil y las películas puramente religiosas son escasas en comparación con el corpus más abundante del momento y que ocupa el presente ciclo: la comedia.
De los 442 filmes rodados entre 1939 y 1950, en torno al 50% corresponden al género de la comedia. Y además, lejos del tópico, no se trata de productos basados en el folklore con protagonismo de personajes andaluces, faralaes y coplas. De hecho, el paradigma de la “españolada” es rechazado por el régimen al vincularse a la II República y a tipos populares con poca estima entre la administración. Esto afectaría a un cineasta nada sospechoso para el régimen como Florián Rey, cuya carrera se vería afectada al encarnar un esquema de cine identificado con esas características.
La clase de comedia que centra la producción, especialmente en la primera mitad de la década, sigue los patrones del cine norteamericano de los años treinta y cuarenta, que cuenta con el favor del público, y de directores como Howard Hawks o Frank Capra. Historias alocadas, románticas, de enredo, absurdas o humanas protagonizadas a menudo por tipos excéntricos y en ambientes urbanos de lujo y riqueza. Un cine claramente de evasión para unos momentos tan duros como los de la posguerra, que consigue el objetivo de entretener y queda liberado de los fines propagandísticos de la dictadura. Títulos que, sin lugar a dudas, ofrecen otro retrato del cine español de los años cuarenta y en los que vamos a encontrar el trabajo de cineastas tan diversos como Juan de Orduña, Ignacio F. Iquino, Rafael Gil, Luis Lucia, Jerónimo Mihura, Edgar Neville, Florián Rey o José Luis Sáenz de Heredia, y la presencia de algunas estrellas del momento como Rafael Durán, Miguel Ligero, Alfredo Mayo, Conchita Montes o Amparo Rivelles, acompañados de magníficos secundarios, encabezados por el genial José Isbert, seguido de nombres como Fernando Freyre de Andrade, Matilde Muñoz Sampedro, Alberto Romea o un Paco Martínez Soria todavía alejado de los papeles que tanta popularidad le darían en los años sesenta. En definitiva, un ciclo con el que seguro disfrutamos al mismo tiempo que descubrimos un cine español diferente.
Las sesiones serán en Zaragoza en el C.M.U. Pedro Cerbuna (C/ Domingo Miral, s/n), en Huesca en la Facultad de Empresa y Gestión Pública (Plaza de la Constitución, 1) y en Teruel en el Colegio Mayor Pablo Serrano (Ciudad Escolar, s/n), en los dos primeros espacios a partir de las 19:30 horas y en el tercero desde las 19:00 horas, con entrada libre en todos los recintos.
El ciclo completo (fechas Zaragoza y Teruel)
08/11 Boda accidentada de Ignacio F. Iquino. 77 min. 1942, España
09/11 Deliciosamente tontos de Juan de Orduña. 86 min. 1943, España
14/11 Huella de luz de Rafael Gil. 76 min. 1943, España
15/11 El destino se disculpa de José Luis Sáenz de Heredia. 110 min. 1945, España
16/11 La luna vale un millón de Florián Rey. 90 min. 1945, España
21/11 La vida en un hilo de Edgar Neville. 92 min. 1945, España
22/11 Dos cuentos para dos de Luis Lucia. 90 min. 1947, España
23/11 Mi adorado Juan de Jerónimo Mihura. 91 min. 1949, España
Más información sobre las fechas de proyección en Huesca.
El cine español de los años cuarenta ha sido tradicionalmente denostado por críticos e historiadores desde la llegada de la democracia. Durante muchos años las interpretaciones políticas interesadas, la falta de rigor en el análisis de las películas –llegando incluso a hablar de algunas sin haberlas visto– y, en general, la identificación de las obras realizadas en la época como fruto directo del ideario franquista, han contribuido a esa imagen tan negativa, que también ha impregnado a muchos espectadores. Solo recientemente, en especial desde el cambio de siglo, se han empezado a estudiar bajo puntos de vista más ecuánimes mediante la celebración de congresos y la publicación de estudios del cine de aquel tiempo.
Es cierto que la producción de la década estuvo condicionada por diversos factores como la falta de material virgen para rodar –no hay que olvidar que el país acababa de salir de una guerra civil mientras en Europa se dirimía una guerra mundial–, la inmersión en un periodo de autarquía y la imposición de mecanismos de control estatales (censura, licencias de exhibición y otros). Sin embargo, pese a las intenciones gubernamentales de emplear el cinematógrafo como medio de propaganda ideológica, –el modelo ideal es el representado por Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941), basada en una novela del propio Francisco Franco bajo el seudónimo de Jaime de Andrade–, muy pocas de las obras filmadas responden a tales propósitos. De hecho, las cintas de corte fascista, las alusiones a la guerra civil y las películas puramente religiosas son escasas en comparación con el corpus más abundante del momento y que ocupa el presente ciclo: la comedia.
De los 442 filmes rodados entre 1939 y 1950, en torno al 50% corresponden al género de la comedia. Y además, lejos del tópico, no se trata de productos basados en el folklore con protagonismo de personajes andaluces, faralaes y coplas. De hecho, el paradigma de la “españolada” es rechazado por el régimen al vincularse a la II República y a tipos populares con poca estima entre la administración. Esto afectaría a un cineasta nada sospechoso para el régimen como Florián Rey, cuya carrera se vería afectada al encarnar un esquema de cine identificado con esas características.
La clase de comedia que centra la producción, especialmente en la primera mitad de la década, sigue los patrones del cine norteamericano de los años treinta y cuarenta, que cuenta con el favor del público, y de directores como Howard Hawks o Frank Capra. Historias alocadas, románticas, de enredo, absurdas o humanas protagonizadas a menudo por tipos excéntricos y en ambientes urbanos de lujo y riqueza. Un cine claramente de evasión para unos momentos tan duros como los de la posguerra, que consigue el objetivo de entretener y queda liberado de los fines propagandísticos de la dictadura. Títulos que, sin lugar a dudas, ofrecen otro retrato del cine español de los años cuarenta y en los que vamos a encontrar el trabajo de cineastas tan diversos como Juan de Orduña, Ignacio F. Iquino, Rafael Gil, Luis Lucia, Jerónimo Mihura, Edgar Neville, Florián Rey o José Luis Sáenz de Heredia, y la presencia de algunas estrellas del momento como Rafael Durán, Miguel Ligero, Alfredo Mayo, Conchita Montes o Amparo Rivelles, acompañados de magníficos secundarios, encabezados por el genial José Isbert, seguido de nombres como Fernando Freyre de Andrade, Matilde Muñoz Sampedro, Alberto Romea o un Paco Martínez Soria todavía alejado de los papeles que tanta popularidad le darían en los años sesenta. En definitiva, un ciclo con el que seguro disfrutamos al mismo tiempo que descubrimos un cine español diferente.
Las sesiones serán en Zaragoza en el C.M.U. Pedro Cerbuna (C/ Domingo Miral, s/n), en Huesca en la Facultad de Empresa y Gestión Pública (Plaza de la Constitución, 1) y en Teruel en el Colegio Mayor Pablo Serrano (Ciudad Escolar, s/n), en los dos primeros espacios a partir de las 19:30 horas y en el tercero desde las 19:00 horas, con entrada libre en todos los recintos.
El ciclo completo (fechas Zaragoza y Teruel)
08/11 Boda accidentada de Ignacio F. Iquino. 77 min. 1942, España
09/11 Deliciosamente tontos de Juan de Orduña. 86 min. 1943, España
14/11 Huella de luz de Rafael Gil. 76 min. 1943, España
15/11 El destino se disculpa de José Luis Sáenz de Heredia. 110 min. 1945, España
16/11 La luna vale un millón de Florián Rey. 90 min. 1945, España
21/11 La vida en un hilo de Edgar Neville. 92 min. 1945, España
22/11 Dos cuentos para dos de Luis Lucia. 90 min. 1947, España
23/11 Mi adorado Juan de Jerónimo Mihura. 91 min. 1949, España
Más información sobre las fechas de proyección en Huesca.
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