Mañana tendrá lugar una nueva proyección del ciclo Cine español y latinoamericano, que se desarrolla en el Ateneo de Zaragoza. En esta ocasión se verá la imprescindible obra mexicana La sombra del caudillo (1960), de Julio Bracho. Como es habitual, la sesión estará conducida por Luis Betrán, quien me ha enviado la siguiente presentación:
“Director de varios clásicos de la época de oro del cine mexicano, como ¡Ay qué tiempos, señor don Simón! (1941), Historia de un gran amor (1942), La virgen que forjó una patria (1942), Distinto amanecer (1943) y Rosenda (1948), nacido en Durango en 1909, y de una formación cultural e intelectual mucho mayor a la de sus otros colegas cineastas, en el teatro y las letras, Julio Bracho proyectó la realización de La sombra del caudillo durante veinticinco años; hasta que en 1960 encuentra el apoyo del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) y a colaboradores entusiasmados para llevar a cabo el proyecto. La producción fue en cooperativa, técnicos y actores aportaron parte de su salario para la realización del film, que alcanzó un costo de tres millones de pesos. Bracho dirigió con grandes bríos una sólida historia, que narraba los hechos de forma audaz, comprometida, haciendo suya la visión crítica de la historia que sustenta la obra literaria de Martín Luis Guzmán. El proyecto contaba con el visto bueno de la Dirección de Cinematografía, con el fotógrafo Gabriel Figueroa, figura de gran peso en el cine nacional, y hasta con el apoyo del presidente López Mateos, colega también en la lucha vasconcelista. Ese mismo año La sombra del caudillo es enviada al Festival de Cine de Karlovy-Vary, en Checoslovaquia, donde su realizador recibe el premio a mejor dirección y Tito Junco el de mejor actuación masculina. El estreno en México se planeaba en grande, con publicidad por todas partes y en salas de primer nivel; la comunidad cinematográfica la calificó, unánimemente, como la mejor película nacional jamás realizada, y...
Un día antes del estreno, la copia desapareció. La Secretaría de la Defensa comunicaba que 'la cinta denigraba a México y sus instituciones', además de 'ofrecer una visión falsa de la historia y del Ejército Mexicano'. Bracho trató por todos los medios posibles de conseguir el estreno de su cinta, pero nadie sabía donde estaba; el Secretario de Gobernación en ese entonces, Gustavo Díaz Ordaz, aseguró que 'sólo necesitaba un poco de tiempo para arreglar el asunto'...
Los años y los funcionarios pasaron, y el film adquirió entonces su carácter de 'maldito"', 'prohibido' o, en el mejor de los casos, 'perdido'. ¿De la copia? Nadie sabe, nadie supo. Bracho quedó moralmente destrozado, endeudado, artísticamente muerto, no pudo jamás recuperar el nivel de sus mejores películas. La sombra del caudillo comenzó a circular en copias clandestinas en vídeo, mientras su director fallecía en 1978; la inversión nunca se recuperó. Cuando por fin se estrenó comercialmente, el 25 de octubre de 1990, por sólo una semana en el cine Gabriel Figueroa, y en una copia en 16mm, era ya demasiado tarde. La que fue/es una de las 10 mejores películas del cine mexicano, será siempre uno de los más repugnantes casos de la censura cinematográfica en la historia del cine mundial, que no sólo enlató una cinta, sino que también terminó con la vida artística de un gran realizador.”
La sesión será en el Ateneo de Zaragoza (C/ San Voto, 9), a partir de las 18:30 horas y con entrada libre.
“Director de varios clásicos de la época de oro del cine mexicano, como ¡Ay qué tiempos, señor don Simón! (1941), Historia de un gran amor (1942), La virgen que forjó una patria (1942), Distinto amanecer (1943) y Rosenda (1948), nacido en Durango en 1909, y de una formación cultural e intelectual mucho mayor a la de sus otros colegas cineastas, en el teatro y las letras, Julio Bracho proyectó la realización de La sombra del caudillo durante veinticinco años; hasta que en 1960 encuentra el apoyo del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) y a colaboradores entusiasmados para llevar a cabo el proyecto. La producción fue en cooperativa, técnicos y actores aportaron parte de su salario para la realización del film, que alcanzó un costo de tres millones de pesos. Bracho dirigió con grandes bríos una sólida historia, que narraba los hechos de forma audaz, comprometida, haciendo suya la visión crítica de la historia que sustenta la obra literaria de Martín Luis Guzmán. El proyecto contaba con el visto bueno de la Dirección de Cinematografía, con el fotógrafo Gabriel Figueroa, figura de gran peso en el cine nacional, y hasta con el apoyo del presidente López Mateos, colega también en la lucha vasconcelista. Ese mismo año La sombra del caudillo es enviada al Festival de Cine de Karlovy-Vary, en Checoslovaquia, donde su realizador recibe el premio a mejor dirección y Tito Junco el de mejor actuación masculina. El estreno en México se planeaba en grande, con publicidad por todas partes y en salas de primer nivel; la comunidad cinematográfica la calificó, unánimemente, como la mejor película nacional jamás realizada, y...
Un día antes del estreno, la copia desapareció. La Secretaría de la Defensa comunicaba que 'la cinta denigraba a México y sus instituciones', además de 'ofrecer una visión falsa de la historia y del Ejército Mexicano'. Bracho trató por todos los medios posibles de conseguir el estreno de su cinta, pero nadie sabía donde estaba; el Secretario de Gobernación en ese entonces, Gustavo Díaz Ordaz, aseguró que 'sólo necesitaba un poco de tiempo para arreglar el asunto'...
Los años y los funcionarios pasaron, y el film adquirió entonces su carácter de 'maldito"', 'prohibido' o, en el mejor de los casos, 'perdido'. ¿De la copia? Nadie sabe, nadie supo. Bracho quedó moralmente destrozado, endeudado, artísticamente muerto, no pudo jamás recuperar el nivel de sus mejores películas. La sombra del caudillo comenzó a circular en copias clandestinas en vídeo, mientras su director fallecía en 1978; la inversión nunca se recuperó. Cuando por fin se estrenó comercialmente, el 25 de octubre de 1990, por sólo una semana en el cine Gabriel Figueroa, y en una copia en 16mm, era ya demasiado tarde. La que fue/es una de las 10 mejores películas del cine mexicano, será siempre uno de los más repugnantes casos de la censura cinematográfica en la historia del cine mundial, que no sólo enlató una cinta, sino que también terminó con la vida artística de un gran realizador.”
La sesión será en el Ateneo de Zaragoza (C/ San Voto, 9), a partir de las 18:30 horas y con entrada libre.
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